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SOCIO CON HISTORIA





                                                           En momentos en que la palabra resi-
                                                           liencia parece estar de moda, entre
                                                           nuestros socios es una condición
                                                           natural  para  poder adaptarse  a  las
                                                           situaciones adversas, reformular los
                                                           negocios y procurar seguir adelante.

                                                           Para conocer uno más, de los tantos casos
                                                           que hemos compartido, fuimos a conversar
                                                           con Álvaro Sacco, director de Alaska tienda
                                                           de congelados, comercio que lleva adelante
                                                           desde 2009.
                                                           “Abrí el 15 de septiembre de 2009 en el barrio
                                                           Reus (Democracia y Domingo Aramburú) en un
                                                           rubro completamente nuevo para mí. Antes me
                                                           dedicaba a la importación y venta, pero en el
                                                           2002 me fue muy mal, fui liquidando todo para
                                                           salvar la casa de mi madre, que era la garantía
                                                           en los bancos, hasta 2006 que no aguante más
                                                           y me terminé yendo para España. Al tiempo, allá
                                                           empecé a ver las mismas señales del Uruguay
                                                           del 2000, la burbuja inmobiliaria, la compra de
                                                           autos y apartamentos como si fueran chocola-
                                                           tines, y me dije, esta película ya la vi, esto va a
                                                           explotar, como finalmente pasó”.

                                                           En 2009 Álvaro emprende el regreso, en las
                                                           mismas condiciones que se había ido unos
                                                           años antes. “Volví con una mano atrás y otra
                                                           adelante, y fui a pedirle trabajo a un amigo,
                                                           Robert Sosa. Fue honesto y me dijo que el
                                                           puesto que tenía que darme no lo podía pa-
                                                           gar, pero tenía unos locales que quedarían
                                                           desocupados, que eligiera uno y pusiera el
                                                           negocio que quisiera”.
                                                           La propuesta era muy interesante, pero el
                                                           tema económico volvía a ser el escollo  a
                                                           superar. “Le digo, te estoy pidiendo trabajo
                                                           porque no tengo plata, y menos para abrir
                                                           un negocio, a lo que me responde, el que
                                                           no entiende sos vos, te doy lo que necesites
                                                           para que te instales, poné lo que quieras”.
                                                           Con esa contundente respuesta bajo el bra-
                                                           zo, empiezan a analizar diferentes comer-
                                                           cios, entre ellos la instalación de un Abitab
                                                           y casa de cambio, pero luego de analizar la
                                                           inversión global desisten en esa idea. “Lue-
                                                           go de 20 días averiguando todos los requisi-
                                                           tos, el numero era cercano al medio millón
                                                           de dólares de inversión, no era viable. Ahí
                                                           surge la posibilidad de poner un almacén
                                                           de congelados, que justamente un conocido
                                                           se había instalado cerca de la zona. Robert
                                                           me pregunta que sabía del rubro, a lo que le
                                                           respondo, nada, pero debe ser como vender
                                                           cualquier otra cosa”, comenta entre risas.

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